Estamos en crisis. Sí, estamos en crisis y los recortes hace tiempo que han llegado a todas partes. También a las asociaciones, sobre todo en lo que a subvenciones se refiere. Y como hay menos subvenciones, las asociaciones tienen que recortar, y en general se recorta en actividades. Así, seguramente cuando más falta hacen, las asociaciones tienen que bajar el ritmo (cuando no bajar la persiana).
Es verdad que en los años de bonanza económica algunas asociaciones se han especializado en conseguir subvenciones, había dinero y era cuestión de rellenar las hojas de solicitud. En mayor o menor medida, se conseguía el dinero suficiente para seguir desarrollando las actividades habituales, e incluso las que han tenido una visión más amplia han conseguido crecer hasta llegar a tener mucha gente liberada.
Pero cuando se establece una dependencia tan fuerte de las subvenciones públicas, pasa que el ritmo y el trabajo de la asociación viene marcado por estas subvenciones. Y en consecuencia, cuando las partidas de las subvenciones bajan, nuestra asociación se debilita. Está claro que no sólo el dinero es lo importante en el movimiento asociativo, ya que se pueden hacer grandes cosas con pocos recursos materiales. Pero también es conveniente que el dinero no sea un obstáculo para realizar las actividades que tenemos planificadas.
Así, es importante diversificar las fuentes de financiación de las asociaciones. Lo ideal es que las entidades no dependan de terceros para su mantenimiento, es decir, que en la medida de lo posible sean autosuficientes y se financien a través de las aportaciones de sus socios/as o la venta de material o servicios. Pero esto no es tan fácil. Es verdad que hay asociaciones que lo consiguen, incluso hay quien no quiere recibir dinero de agentes externos porque piensa que eso puede condicionar su forma de actuar y su libertad. Pero por otro lado, la administración pública tiene la obligación de fomentar el asociacionismo, y esto se suele traducir en subvenciones. Por lo que si el dinero está ahí, ¿por qué no aprovecharlo?
De ahí la importancia de diversificar las fuentes. Las subvenciones públicas pueden ser una buena fuente de financiación, pero no hay dejar de lado las ayudas que ofrecen otras entidades, como algunas entidades financieras (aunque sólo sea porque están obligadas a destinar parte de sus beneficios a la acción social). Tampoco se pueden dejar pasar los acuerdos con la empresa privada, especialmente con el comercio, que aunque en muchos casos no hablamos de grandes cuantías, se pueden establecer vínculos o colaboraciones a largo plazo.
Por último no hay que olvidar a los/as destinatarios/as de la actividad de la asociación. Es cierto que en algunos casos no podrán hacer frente a ciertos gastos, pero no todo tiene porque ser gratis. Es decir, a veces una pequeña aportación de cada destinatario/a puede hacer que la actividad pueda llevarse a cabo, lo cual es beneficioso para todos/as.
Así, teniendo distintas fuentes de financiación, cuando alguna de ella nos falle podremos recurrir a las otras. Podrá disminuir la actividad de la asociación, pero no parar del todo.
El asociacionismo siempre ha salido adelante, incluso se fortalece en época de crisis. Como se escucha cada vez más: habrá que agudizar el ingenio....
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